Jorge Castillo: una retrospectiva

JORGE CASTILLO Y LOS PAISAJES DEL FRÍO

Antes de pintar la al de Suecia, en algunos de sus cuadros paisajísticos de Helsinborg ya habían aparecido edificios, o más bien partes de los mismo que asomaban entre los árboles y el ramaje desnudo, como el bello palacio real de Sofiero o la misma Villa Solbacka, la residencia del artista en la playa de Gravarliden. La arquitectura es en estos cuadros normalmente un elemento más del paisaje.

En los cuadros de Estocolmo, sin embargo, la ciudad aparece como motivo principal, casi siempre en una visión de conjunto, en la que el artista despliega sus conocidas dotes como virtuoso del dibujo, pero se trata de una visión acentuada por los amplios cielos llenos de frío, con sus grises y blancos diurnos y sus azules de la noche, con la que consigue otro de los efectos más peculiares de su pintura: la representación de un espacio que se nos hace irreal en la mirada -con tintes a veces oníricos- a través de la transformación de la unidad escala. El variado y cálido colorido de los edificios -entre los que destacan las cúpulas y las agujas de las iglesias- contrasta con la monocromía gélida y abstracta de los cielos, ofreciendo de este modo unos paisajes en los que naturaleza y ciudad conviven pero sin fundirse, como protegiéndose la una de la otra, conformando al mismo tiempo una intensa sorprendente unidad cuyo misterio no es otro que la inmensa belleza del tránsito de la luz nórdica.

Carrito de compra